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EL ADN MILENARIO DE LOS PODENCOS
INTRODUCCIÓN
Durante el siglo XIX, Europa vivió una verdadera fiebre por ordenar y categorizar la naturaleza. Este impulso, que en muchos casos se convirtió en una obsesión, llevó a los naturalistas a crear sistemas de clasificación que, aunque aportaron conocimientos importantes, también tuvieron sus limitaciones. En particular, la taxonomía de las razas caninas se basó principalmente en criterios morfológicos y geográficos, dejando de lado aspectos funcionales y culturales que daban sentido histórico a estas especies.
Dos figuras destacan en ese contexto: Henri Milne-Edwards (1800-1885), pionero en zoología y figura influyente en la historia natural francesa durante medio siglo, y Alfred Brehm (1829-1884), autor de la famosa enciclopedia «Vida animal de Brehm». Publicada entre 1864 y 1869 en seis volúmenes, esta obra fue traducida a múltiples idiomas y se convirtió en un referente para la zoología europea. En España, su versión fue traducida por Carlos Fernández de Castroverde en 1880.
Las discusiones sobre cómo clasificar a los perros no estuvieron exentas de polémicas. En 1890, Everett Millais tuvo un enfrentamiento con el Kennel Club británico respecto al Basset Hound, mientras que Maurice O'Connor protagonizó debates acalorados sobre el Setter irlandés y los cruces con Setter Gordon. Estas disputas reflejaban un interés profundo por definir categorías claras para las razas, muchas veces sin tener en cuenta su contexto cultural o funcional.
Un ejemplo claro de las consecuencias del afán clasificatorio fue la situación del Podenco Ibicenco y otros podencos ibéricos. Históricamente relacionados con lebreles y sabuesos debido a su morfología y comportamiento, estos perros fueron considerados en aquel entonces como parte de una misma familia. Sin embargo, esa visión simplista ignoraba su verdadera singularidad evolutiva. Alfred Brehm describió un perro originario del África central —en Kordofán— como un lebrel africano que sería el antepasado de los lebreles europeos. Aunque estas ideas tuvieron aceptación durante décadas, los avances en genética moderna han demostrado lo contrario.
LA CIENCIA ACLARA LOS MATICES
Por mucho tiempo se sostuvo que los galgos europeos descendían directamente de galgos africanos, principalmente por su similitud funcional: ambos son especialistas en cazar mediante la vista y la carrera. Se pensaba que migraciones históricas entre África y Europa —realizadas por pueblos como fenicios, romanos o árabes— habrían facilitado el intercambio genético entre perros de ambos continentes. Sin embargo, investigaciones recientes han puesto en duda esa hipótesis.
Un estudio publicado en 2004 en Science, titulado «Estructura genética del perro doméstico de raza pura», analizó el ADN mitocondrial de ochenta y cinco razas caninas diferentes. Los resultados mostraron que los galgos europeos actuales tienen un origen múltiple: combinan linajes euroasiáticos y del Oriente Medio. La evidencia genética indica que no hay relación significativa con perros africanos subsaharianos ni con linajes propios del continente africano.
REEVALUANDO EL ORIGEN DEL PODENCO IBICENCO
De manera similar, un artículo titulado «Rethinking dog domestication by integrating genetics, archaeology and biogeography» (PNAS) desafía ideas tradicionales sobre el origen de muchas razas actuales —incluyendo los podencos—. Los autores proponen una visión más integradora basada en datos genéticos, arqueológicos y biogeográficos.
En este marco teórico concluyen que muchas razas consideradas antiguas no muestran evidencia genética sólida que respalde esa antigüedad real. El caso del Podenco Ibicenco es ilustrativo: aunque tradicionalmente se ha asociado con linajes prehistóricos o con perros traídos por invasores árabes —basándose en representaciones artísticas o similitudes morfológicas— los análisis genéticos recientes no confirman esa continuidad evolutiva.
El estudio identifica un grupo reducido de dieciséis razas «básales», caracterizadas por mantener firmas genéticas distintivas gracias a su aislamiento geográfico y cultural; esto ha permitido conservar rasgos únicos sin mezclas recientes significativas. Sin embargo, el Podenco Ibicenco no forma parte de ese grupo. Muchas razas europeas con supuestos orígenes remotos han sufrido procesos intensos de mestizaje desde finales del siglo XIX debido a prácticas modernas de cría selectiva basadas en criterios estéticos o funcionales.
MORFOLOGÍA VERSUS GENEALOGÍA
Es importante entender que las similitudes morfológicas entre razas no siempre reflejan relaciones filogenéticas reales; pueden ser resultado de evolución convergente o selección artificial dirigida por humanos. Esto es especialmente relevante para razas consideradas «primitivas». Por ejemplo, estudios recientes muestran que muchas razas catalogadas como «primitivas», incluyendo el basenji africano o ciertos perros faraónicos egipcios, conservan firmas genéticas similares a las poblaciones originales tras siglos de aislamiento con bajo mestizaje reciente.
En cuanto al Podenco Ibicenco: aunque presenta características similares a ciertos lebreles africanos —como orejas erectas o cuerpo estilizado— esto no implica necesariamente una ascendencia común confirmada por análisis genéticos actuales. La diversidad genética revela que estas razas evolucionaron separadamente mucho antes del proceso intensivo llevado a cabo por la cinofilia moderna desde finales del siglo XIX.
CONTEXTO HISTÓRICO Y CONFUSIONES CINOLÓGICAS
A finales del siglo XIX e inicios del XX —época dorada para la cinofilia— abundaban debates sobre clasificaciones raciales y orígenes ancestrales. La descripción hecha por Alfred Brehm del Sloughi (el galgo árabe) diferenciaba claramente estos perros primitivos del tipo podenco mediterráneo (como el Podenco Ibicenco o Cirneco dell’Etna). Sin embargo, hubo confusiones importantes: algunos pensaban erróneamente que estos perros eran galgos o lebreles debido a similitudes superficiales.
Por ejemplo, durante la ocupación colonial francesa en Argelia (desde 1830), las relaciones entre las comunidades locales y sus perros generaron debates sobre si ciertos ejemplares rojos con manchas blancas eran ancestros directos de los podencos franceses del Levante. La falta de estándares científicos precisos llevó incluso a decisiones judiciales: un juzgado dictaminó que ciertos perros argelinos eran galgos para justificar prohibiciones legales relacionadas con su uso cinegético —una confusión basada más en interpretaciones morfológicas que en evidencia científica sólida.
CONCLUSIÓN
Los avances científicos actuales demuestran que muchas clasificaciones tradicionales basadas únicamente en morfología o función están equivocadas o simplificadas. La historia genética revela procesos complejos donde las razas modernas son resultado tanto de migraciones humanas como de prácticas selectivas recientes; muchas «razas primitivas» mantienen firmas genéticas antiguas porque han sido relativamente aisladas o poco intervenidas genéticamente desde hace siglos.
En particular, los podencos ibéricos parecen pertenecer a linajes separados mucho antes del auge de la cinofilia moderna —que promovió cruces intensivos para homogenizar rasgos específicos— lo cual explica su divergencia genética respecto a otras razas europeas como los lebreles o pastores. Aunque sus características externas puedan recordar tipos ancestrales o históricos representados en arte antiguo mediterráneo o egipcio, las evidencias actuales sugieren una historia evolutiva marcada por influencias regionales e históricas específicas.
Este conocimiento invita a replantear nuestras ideas preconcebidas sobre el origen y evolución del perro doméstico: lejos de ser entidades estáticas heredadas inalterablemente desde tiempos remotos, son productos dinámicos resultado de múltiples influencias culturales e históricas recientes.
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