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LAS RAZAS CANINAS HISPANOAMERICANAS
INTRODUCCIÓN
Al analizar la diversidad de perros en Hispanoamérica y los esfuerzos que se están realizando para recuperar o crear nuevas razas, podemos entender mejor cómo surgió la cinofilia en Europa hace aproximadamente dos siglos. La historia de los perros en ambos continentes revela no solo su papel como compañeros y herramientas, sino también cómo las distintas culturas han influido en su desarrollo y domesticación.
LA FCI Y LA SITUACIÓN EN AMÉRICA
En Europa, la Federación Cinológica Internacional (FCI) ha mantenido un enfoque bastante conservador respecto a las razas caninas. Sus estrictas regulaciones y criterios de pureza genética han limitado durante mucho tiempo la innovación y experimentación en el ámbito de la cría. Este marco regulatorio, aunque busca preservar ciertas características tradicionales, ha frenado en ocasiones el desarrollo de nuevas razas o variantes que podrían adaptarse mejor a las necesidades actuales o reflejar la diversidad cultural europea.
Por otro lado, en América, la situación ha sido notablemente diferente. La cultura más joven y diversa del continente ha favorecido una actitud más abierta hacia la experimentación con razas y características caninas. La flexibilidad en las normativas y una mayor disposición a explorar nuevas ideas han permitido que surjan diversas variedades de perros con morfologías y funciones distintas. Esta dinámica ha enriquecido el panorama cinológico, promoviendo una mayor variedad de ejemplares adaptados a diferentes entornos y usos.
Charles Darwin, en su obra «El origen del hombre», afirmó que nuestros perros domésticos descienden del lobo y el chacal. Aunque hayan perdido parte de su astucia original y cautela, han progresado en cualidades morales como el afecto, la confianza y la inteligencia. Los perros no solo son moldeados por nuestra cultura, sino que también influyen en ella debido a su sensibilidad extraordinaria. Fueron los primeros animales domesticados por el ser humano y permanecen presentes en todas las sociedades del mundo. A lo largo de sus 12.000 años de historia, han sido testigos silenciosos de nuestra evolución social, adaptándose continuamente a nuestras necesidades.
A pesar de su presencia universal, el papel específico de los perros en América aún es poco conocido o valorado adecuadamente. La historia de su domesticación en este continente presenta particularidades que merecen ser resaltadas. Según René Theverin, destacado naturalista del siglo pasado, un animal doméstico es aquel que ha sido criado generación tras generación bajo vigilancia humana y que ha evolucionado hasta constituir una especie o raza distinta de su forma salvaje original. En este sentido, los perros representan uno de los ejemplos más claros de domesticación exitosa.
En América, los perros fueron probablemente los primeros animales domesticados por las culturas nativas antes incluso que otras especies como llamas o alpacas. Llegaron con las migraciones humanas desde Eurasia a través del estrecho de Bering hace miles de años. Los estudios genéticos confirman que los perros americanos comparten un origen común con sus parientes euroasiáticos, no con lobos autóctonos del continente. Restos arqueológicos abundantes especialmente en regiones andinas evidencian una larga historia canina: restos bien conservados en Perú, Chile y Ecuador muestran cómo estos animales acompañaron a las civilizaciones precolombinas durante siglos.
Tras la llegada de los españoles al continente, muchas razas indígenas desaparecieron o se mezclaron con razas europeas traídas por colonizadores. Sin embargo, existen evidencias claras de que los pueblos originarios supieron adiestrar a sus perros para tareas cotidianas: desde cazar hasta transportar cargas o incluso servir como fuente alimenticia.
La domesticación del perro tiene raíces profundas relacionadas con sus características sociales innatas: presencia de jerarquías claras dentro del grupo social y alta sociabilidad son rasgos fundamentales para entender cómo lograron convertirse en animales domesticables. Los animales con estructuras sociales organizadas —que reconocen líderes— facilitan que los humanos puedan asumir ese rol dentro del grupo animal; además, aquellos que viven en rebaños o grupos cooperativos son más aptos para ser domesticados.
En América existen varias variedades caninas precolombinas con características morfológicas muy diversas:
- Perros grandes similares a lobos, como los perros esquimales originados en Asia y criados por pueblos indígenas para sobrevivir en climas extremos.
- Perros medianos parecidos a coyotes, utilizados por tribus nómadas para transporte y caza.
- Perros pequeños sin pelo, valorados por culturas mesoamericanas principalmente como fuente alimenticia —los aztecas consumían su carne— pero también como animales asociados a rituales culturales.
La llegada europea trajo razas como alanos o dogos que se usaban como armas bélicas; estas introducciones generaron una dicotomía simbólica entre el «perro conquistador» (violento y opresor) y el «perro indígena» (víctima y aliado). Sin embargo, estas simplificaciones no reflejan toda la complejidad histórica ni cultural: los perros fueron herramientas valiosas tanto para las civilizaciones precolombinas como para las colonizadoras.
Hoy día, la hibridación entre linajes indígenas y europeos continúa enriqueciendo el patrimonio genético canino del continente americano. Los perros han sido testigos mudos —pero activos— tanto del descubrimiento como del proceso colonial; reflejo vivo de una historia llena tanto de logros como de pérdidas culturales.
RAZAS HISPANOAMERICANAS RECUPERADAS
La historia de los perros en América no solo está marcada por su presencia ancestral, sino también por esfuerzos recientes que buscan rescatar y revitalizar razas que forman parte del patrimonio cultural del continente. A continuación, exploramos algunas de estas razas precolombinas que hoy están siendo recuperadas, así como las nuevas razas en proceso de creación o revaloración.
EL VIRINGO: EL PERRO SIN PELO DEL PERÚ
El Viringo, conocido como el perro sin pelo del Perú, tiene raíces que se remontan a la cultura Moche, donde aparece representado en cerámicas desde el siglo VII d.C. Este ejemplar fue declarado Patrimonio Cultural Vivo del Perú y comparte con el xoloitzcuintle un papel importante en la cosmovisión andina: el de psicopompo, guía espiritual que acompaña a las almas en su tránsito al más allá. La Federación Cinológica Internacional (FCI) reconoció oficialmente esta raza en 1985 gracias al trabajo del cinólogo Ermanno Maniero. En 2013, tras investigaciones del biólogo peruano Víctor Félix Vásquez Sánchez, especialista en bioarqueología, la FCI admitió también la variedad «con pelo». Restos momificados encontrados en sitios arqueológicos como la Huaca Rajada evidencian su presencia ancestral y su papel ritual. Estudios genéticos confirman que comparte linaje con otros perros migrantes desde México, consolidando su importancia como símbolo de la herencia indígena peruana.
EL PERRO PASTOR CHIRIBAYA
Otra raza interesante es el perro pastor Chiribaya, originario de los Andes peruanos. A diferencia de otros perros precolombinos criados principalmente para consumo o compañía, este ejemplar fue criado selectivamente para pastorear llamas y alpacas. Los estudios genéticos han demostrado que no tiene relación con razas europeas; es una raza autóctona con características propias. La Asociación Canófila Peruana trabaja activamente para recuperar esta raza ancestral mediante campañas de evaluación y registro de ejemplares con características similares a las del perro Chiribaya.
EL XOLOITZCUINTLE: GUARDIÁN ESPIRITUAL MEXICANO
El Xoloitzcuintle es uno de los perros más emblemáticos de México y cuenta con una historia que supera los 3.000 años. En la cultura azteca, era considerado un guardián espiritual y guía hacia el inframundo, simbolizando la conexión entre la vida y la muerte. Su piel oscura recuerda a la obsidiana, y algunas variedades presentan una ligera capa de pelo. Durante siglos estuvo ligado a rituales religiosos y creencias ancestrales hasta que la cinología moderna lo rescató como un tesoro nacional. Actualmente, controlado por la Federación Canófila Mexicana afiliada a la FCI, el Xolo representa un puente vivo entre pasado y presente.
EL CALUPOH: EL LOBO MESTIZO MEXICANO
El Calupoh es una raza híbrida resultado del cruce entre el lobo mexicano (Canis lupus baileyi) y perros europeos domesticados. Esta especie estuvo al borde de la extinción debido a la caza indiscriminada por parte de agricultores en Estados Unidos y México durante los años 70. Gracias a esfuerzos conjuntos entre ambos países, se inició un programa de recuperación basado en ejemplares silvestres en Durango y Chihuahua. Reconocido oficialmente por la Federación Canófila Mexicana en 1999, el Calupoh simboliza tanto la resistencia como la herencia genética compartida entre especies salvajes y domesticadas.
OTRAS RAZAS RECUPERADAS O EN CREACIÓN
CATAHOULA: Originaria del sureste estadounidense, esta raza tiene raíces indígenas cherokee y españolas. Se cree que desciende de perros traídos por colonizadores españoles y se convirtió en símbolo cultural del estado de Luisiana, incluso siendo designado perro oficial en 1979.
PERROS MESTIZOS MODERNOS: En Brasil surgieron razas como el Bulldogge brasileiro (Bullbrás), reconocida desde 1997 por su asociación local para promover una crianza más flexible fuera del control estricto de la FCI.
PERRO OVEJERO MAGALLÁNICO: Criado en Chile desde principios del siglo XIX para labores pastoriles en Patagonia; actualmente protegido por el Kennel Club chileno.
MUCUCHÍES: Desde Venezuela, reconocido oficialmente como raza nacional en 2023; símbolo de lealtad y fuerza.
SABUESO FINO COLOMBIANO: Utilizado tradicionalmente para cazar en Colombia durante más de dos siglos; adaptado a diversos climas del país.
DOGO GUATEMALTECO: Con raíces cruzadas con perros de presa europeos; utilizado originalmente para controlar reses bravas.
CIMARRÓN URUGUAYO: La última raza americana reconocida por la FCI (2022), símbolo nacional uruguayo caracterizado por su fortaleza e instinto protector.
CONCLUSIÓN
Estos ejemplos muestran cómo las razas caninas precolombinas están siendo valoradas nuevamente gracias a esfuerzos culturales, científicos y conservacionistas. La recuperación de estas razas no solo preserva tradiciones ancestrales sino que también contribuye a enriquecer nuestro patrimonio genético canino global. La historia canina en América sigue escribiéndose hoy día con cada iniciativa destinada a mantener viva esa herencia milenaria que conecta pasado y presente.
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