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EL ORIGEN DE LOS MASTINES
rente al viejo supuesto de un tronco común eurasiático del que habrían surgido todos los mastines modernos, la investigación revela un panorama mucho más complejo: varios linajes independientes, miles de años de adaptación local y una intensa influencia de la trashumancia y de la cultura humana.
PERROS
11/20/20253 min leer


INTRODUCCIÓN
El estudio Multiple ancestries and shared gene flow among modern livestock guarding dogs, en el que participa Ignacio Doadrio, aporta una visión sorprendente sobre los mastines —los tradicionales perros protectores de ganado— y obliga a revisar ideas profundamente arraigadas. Frente al viejo supuesto de un tronco común eurasiático del que habrían surgido todos los mastines modernos, la investigación revela un panorama mucho más complejo: varios linajes independientes, miles de años de adaptación local y una intensa influencia de la trashumancia y de la cultura humana. Los mastines no son una sola historia, sino un mosaico de historias paralelas.
MÚLTIPLES ORÍGENES: MASTINES SIN UN TRONCO COMÚN
Durante décadas se asumió que los grandes perros protectores de ganado de Europa y Asia compartían una ascendencia única. Sin embargo, el nuevo estudio señala que los mastines de Eurasia y del este de Asia pertenecen a dos grandes linajes que evolucionaron de forma independiente durante milenios. Esta idea rompe con la narrativa tradicional y sitúa a los mastines como productos de procesos locales, desarrollados por comunidades ganaderas distantes que moldearon a sus perros según las necesidades del entorno. La domesticación temprana del perro —previa incluso a la agricultura— facilitó que distintas sociedades adaptaran a sus auxiliares de caza para proteger rumiantes, convirtiendo depredadores potenciales en guardianes fiables.
TRASHUMANCIA Y MESTIZAJE: LOS PERROS QUE UNÍAN A LOS PUEBLOS
Una de las aportaciones más reveladoras del estudio es el papel de la trashumancia como motor del flujo genético entre perros. A medida que los rebaños se desplazaban entre pastos de invierno y verano, los mastines viajaban con ellos, intercambiándose con poblaciones locales y mezclándose con perros guardianes de regiones vecinas. Los autores resumen esta idea con una frase muy elocuente: “los perros actuaban como puentes genéticos entre poblaciones distantes”.
Este intercambio no fue casual: se debió a migraciones humanas, rutas pastoriles milenarias y prácticas culturales compartidas. Lejos de generar razas cerradas, la vida pastoril propició mestizajes constantes, también con perros callejeros locales, que no mermaron la capacidad funcional de los mastines.
FUNCIONALIDAD MOLDEADA POR LA CULTURA, NO POR LA PUREZA GENÉTICA
Quizá el aspecto más innovador del estudio es que desmonta la idea de que las habilidades especializadas de los mastines dependen exclusivamente del aislamiento reproductivo.
Los datos indican que:
Los mastines de trabajo mantienen su capacidad protectora pese al flujo genético continuo.
La selección humana —evaluación del comportamiento, capacidad para vincularse al ganado, aprendizaje temprano— ha sido más determinante que la “pureza” de linaje.
Los perros callejeros contribuyen genéticamente sin borrar la identidad funcional del mastín.
La cultura pastoril, por tanto, ha sido la principal fuerza evolutiva. A lo largo de los siglos, fueron los pastores quienes reforzaron comportamientos valiosos (vigilancia, ausencia de instinto depredador) y descartaron los no deseados. Los mastines son, en gran medida, una creación cultural, no el resultado pasivo de la genética.
MASTINES DE TRABAJO VS. MASTINES DE EXPOSICIÓN: DOS MUNDOS GENÉTICOS
El estudio compara perros guardianes activos con perros criados para exposiciones caninas o como mascotas. Las diferencias son notables:
Los mastines de pedigrí muestran niveles altos de endogamia y menor diversidad genética.
Las líneas de trabajo mantienen mayor variabilidad, probablemente por mestizajes tradicionales y por una selección centrada en la funcionalidad y no en la estética.
La conversión reciente de algunas razas de trabajo en razas de compañía ha intensificado el uso de unos pocos sementales, acentuando la homogeneidad genética.
Esta divergencia permite comprender por qué algunos mastines de exposición pueden conservar la morfología pero perder parte de sus aptitudes originales: el entorno de selección ha cambiado.
CONCLUSIÓN
La investigación coordinada por Ignacio Doadrio transforma nuestra comprensión del mastín como perro protector de ganado. Más que una raza con un origen único, es el resultado de varios linajes antiguos, unidos por prácticas culturales comunes y por la necesidad humana de proteger al ganado frente a depredadores. La trashumancia tejió conexiones genéticas inesperadas; los mestizajes no diluyeron la funcionalidad; y la selección cultural se erige como protagonista en la historia evolutiva de estos perros.
Aun así, el estudio reconoce sus limitaciones: faltan datos de regiones clave de Asia y es necesario ampliar la muestra para alcanzar conclusiones definitivas. Lo que sí parece claro es que los mastines son un ejemplo brillante de cómo las sociedades humanas transforman el comportamiento animal y moldean, a lo largo de milenios, compañeros indispensables para la vida pastoral.
