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EL INSTINTO VS LOS DESEOS DEL PROPIETARIO
Durante siglos —e incluso milenios— los seres humanos han seleccionado y moldeado determinadas razas de perros para cumplir funciones muy específicas: rastrear, perseguir, señalar, cobrar o incluso dar caza a animales salvajes. El resultado de ese proceso es un conjunto de razas con un instinto de caza profundamente arraigado, diseñado para activarse casi de forma automática ante ciertos estímulos.
PERROS
11/28/20253 min leer


INTRODUCCIÓN
Durante siglos —e incluso milenios— los seres humanos han seleccionado y moldeado determinadas razas de perros para cumplir funciones muy específicas: rastrear, perseguir, señalar, cobrar o incluso dar caza a animales salvajes. El resultado de ese proceso es un conjunto de razas con un instinto de caza profundamente arraigado, diseñado para activarse casi de forma automática ante ciertos estímulos.
Sin embargo, en la actualidad muchos propietarios sueñan con tener un perro de trabajo por su belleza o su carácter, pero sin comprender que ese instinto forma parte esencial de su genética. Este artículo aborda las diferencias entre las aptitudes naturales de estas razas y las expectativas de quienes no desean que sus perros “cacen”, explicando por qué este choque es tan habitual y cómo manejarlo de forma ética.
RAZAS MOLDEADAS PARA LA CAZA: UNA HERENCIA IMPOSIBLE DE BORRAR
Las razas de caza —como spaniels, pointers, retrievers, sabuesos, terriers o podencos— no adquirieron sus habilidades por accidente.
A lo largo de generaciones, los criadores seleccionaron a los perros que mejor respondían a determinadas tareas:
rastrear olor durante horas
mantener la concentración sin fatigarse
perseguir a gran velocidad
señalar presas con precisión
cobrar animales sin dañarlos
enfrentarse a presas difíciles sin miedo
Ese legado se ha transmitido genéticamente y hoy forma parte fundamental del temperamento de cada raza. No es un “capricho” del perro ni un comportamiento que pueda eliminarse. Es una herencia funcional, tan parte de ellos como su morfología o su nivel de energía.
EL CHOQUE CON LA VISIÓN ROMÁNTICA DEL PROPIETARIO MODERNO
Muchos propietarios eligen estas razas por su apariencia noble, su energía o su cariño… pero sin querer aceptar sus comportamientos instintivos.
Se sienten sorprendidos o frustrados cuando su perro:
persigue aves, conejos o gatos
se activa con olores en el suelo y desconecta de las órdenes
tiene una llamada difícil en entorno natural
muestra impulsividad ante el movimiento
se obsesiona con rastrear
Esta discrepancia surge porque el dueño imagina un perro de trabajo “calmado”, “obediente” y “decorativo”, mientras que la realidad es que un perro criado para cazar quiere trabajar. Ese deseo no es una conducta “mala”: es un impulso natural que, si se ignora, genera frustración, ansiedad y comportamientos problemáticos.
ÉTICA Y RESPONSABILIDAD: ACEPTAR LA RAZA QUE SE ELIGE
La responsabilidad del propietario comienza con una idea simple pero esencial: no puedes pedirle a un perro que renuncie a aquello para lo que fue creado.
Prohibirle expresarse a un perro de caza es como pedirle a un border collie que no pastoree, a un mastín que no proteja o a un husky que no quiera tirar.
Quien elige una raza de trabajo debe asumir:
altos niveles de energía
fuerte impulso depredador
necesidad de estimulación mental constante
entrenamiento enfocado y consistente
actividades que sustituyan —o canalicen— la caza
El problema no es el perro; el problema es la desinformación previa a la adopción o compra.
¿CÓMO CANALIZAR EL INSTINTO SIN NECESIDAD DE CAZAR?
Aceptar el instinto de caza no significa permitir comportamientos peligrosos o descontrolados.
Significa canalizarlo adecuadamente mediante:
juegos de olfato (rastreo, búsqueda de objetos, circuitos de olor)
trabajo de obediencia avanzada
actividades específicas como mantrailing, nosework o dummy training
salidas regulares a entornos naturales con control y seguridad
estimulación mental diaria
Estas actividades satisfacen la mente del perro, le permiten expresar su herencia de forma segura y reducen drásticamente la necesidad de perseguir animales. Es la forma moderna de respetar su ADN sin fomentar la caza real.
CONCLUSIÓN
Los perros de caza no se comportan como tal por testarudez, sino porque han sido seleccionados durante siglos para ello. Su instinto es una joya genética que merece ser comprendida, respetada y canalizada, no reprimida.
Si los propietarios reconocen la verdadera naturaleza de estas razas y les ofrecen actividades adecuadas, podrán disfrutar de perros equilibrados, felices y plenos.
El verdadero problema no está en el instinto del perro, sino en la distancia entre lo que son y lo que algunos esperan que sean. Cuando cerramos esa brecha con información y responsabilidad, ganamos todos: las razas, los propietarios y, sobre todo, los propios perros.
