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EL ADN MILENARIO DEL PODENCO
Durante décadas, su morfología estilizada y su funcionalidad cinegética lo encasillaron entre lebreles y sabuesos, ignorando su historia propia y su linaje singular. Hoy, gracias a la genética y a un enfoque más interdisciplinario, esa narrativa está siendo revisada.
PERROS
11/20/20253 min leer


INTRODUCCIÓN
A lo largo del siglo XIX, Europa vivió una auténtica fiebre por clasificar la naturaleza. La naciente ciencia zoológica, impulsada por figuras como Henri Milne-Edwards y Alfred Brehm, se propuso ordenar el mundo animal siguiendo criterios estrictamente morfológicos y geográficos. En ese proceso, los perros domésticos —especialmente las razas de caza— se convirtieron en terreno abonado para especulaciones, asociaciones forzadas y teorías hoy superadas. Una de las víctimas más notorias de aquella visión reduccionista fue el Podenco Ibicenco. Durante décadas, su morfología estilizada y su funcionalidad cinegética lo encasillaron entre lebreles y sabuesos, ignorando su historia propia y su linaje singular. Hoy, gracias a la genética y a un enfoque más interdisciplinario, esa narrativa está siendo revisada.
UN SIGLO XIX OBSESIONADO CON CLASIFICAR: EL ERROR DE PARTIDA
Los naturalistas del XIX, imbuidos de un afán casi compulsivo por sistematizar la naturaleza, tendieron a clasificar razas caninas por lo que veían —su aspecto— y no por lo que eran. Brehm, cuya monumental Vida animal dominó la zoología europea, describió perros africanos como los lebreles de Kordofán y defendió influencias africanas en los galgos europeos. Estas ideas, muy difundidas gracias a relatos de viajeros como Ivan de Schaeck, alimentaron la confusión entre podencos mediterráneos y lebreles de África. La cinología centroeuropea siguió este camino simplista: semejanza morfológica equivalía a parentesco. A partir de ahí se construyó una genealogía errónea que perduró durante décadas.
LA GENÉTICA DESMONTA MITOS: NI AFRICANOS NI MILENARIOS
Los estudios genéticos de las últimas dos décadas han desmantelado buena parte de las teorías heredadas del XIX. En 2004, un equipo internacional publicó en Science un análisis de ADN mitocondrial de 85 razas caninas que concluyó: los galgos europeos no descienden de lebreles subsaharianos. Más tarde, investigaciones integradoras como Rethinking dog domestication (PNAS) revisaron de raíz el origen de múltiples razas, incluido el Podenco Ibicenco. El veredicto fue claro: pese a su aspecto arcaico, el podenco no figura entre las razas “basales”, aquellas con menor incidencia de mestizajes modernos. Su ascendencia no muestra rastro de continuidad genética directa con perros faraónicos o mediterráneos antiguos. Si su imagen evoca formas ancestrales, ello se debe más a evolución convergente y a selección funcional que a un linaje ininterrumpido desde la Antigüedad.
PODENCOS Y PERROS AFRICANOS: AFINIDADES APARENTES, LINAJES DISTINTOS
Las analogías entre podencos mediterráneos y razas africanas como el Basenji o el Sloughi han sido objeto de especulación durante casi dos siglos. Sin embargo, estudios centrados en perros africanos de aldeas —como Complex population structure in African village dogs— muestran que estos canes constituyen linajes separados, con poca o ninguna transferencia genética hacia las razas europeas modernas. Aunque el Podenco Canario parece conservar ciertas similitudes con perros norteafricanos, ello apunta más a contactos humanos precoloniales que a un origen directo. En cualquier caso, los podencos ibéricos se separaron tempranamente de las líneas que dieron lugar a la cinofilia europea contemporánea. No descienden de galgos africanos ni comparten un tronco genético reciente con ellos, a pesar de su semejanza funcional en la caza a la vista.
UNA CLASIFICACIÓN FUNCIONAL, NO FILOGENÉTICA
La confusión histórica que llevó a clasificar al Podenco Ibicenco como lebrel se basó en rasgos superficiales: anatomía ligera, velocidad, caza visual. Sin embargo, la genética moderna demuestra que la categoría de “lebrel” es más funcional que genealógica. Muchas razas con morfologías parecidas fueron agrupadas por su utilidad, no por su ascendencia común. En Francia —donde la cinofilia vivió un periodo especialmente turbulento— la confusión llegó al extremo de que un tribunal dictaminara en el siglo XIX que ciertos perros provenzales eran “galgos” debido a su parecido con el Sloughi argelino, ignorando que podencos y lebreles pertenecen a tipos zoológicos y genéticos distintos. Hoy sabemos que la estilización del podenco es el resultado de procesos selectivos recientes y no la huella directa de un linaje graioide ancestral.
CONCLUSIÓN
El caso del Podenco Ibicenco ilustra cómo la historia de las razas caninas ha estado marcada por prejuicios visuales, clasificaciones apresuradas y mitologías construidas sobre observaciones incompletas. La genética moderna ha permitido limpiar ese paisaje conceptual, revelando que los podencos no son descendientes de lebreles africanos ni custodios intactos de una estirpe milenaria. Son, más bien, el fruto de un linaje mediterráneo complejo, moldeado por contactos culturales, migraciones humanas y selección funcional, especialmente a partir del siglo XIX. Comprender su verdadero origen no disminuye su valor histórico: lo enriquece. Los podencos son un testimonio vivo de cómo el perro ha acompañado a las sociedades humanas, adaptándose con ellas, pero conservando una identidad propia que sigue fascinando a investigadores y aficionados.
